La idea de «reunirse», «unirse» y «atar juntos los filamentos de la mente» me resuena en la capacidad de congregar a nuestra dispersada mente en una atención simple y sencilla hacia el presente.
Como dice Desikachar, esa toma de conciencia previa a una sesión -como estudiantes o yogaterapeutas- en la que nos conectamos con algo más grande y profundo que la conciencia ordinaria de vigilia. Y así, desde el principio, descubrimos otra realidad, a menuda oculta cuando lo externo nos arrastra demasiado. Con mis alumnas, este año, introduzco un ejercicio sentado de atención, centramiento y canto védico al inicio de la sesión para que reseteen su mente y empecemos desde un lugar distinto y sea este el punto de partida y referencia durante la práctica.
La definición de «alcanzar lo que antes nos fue inalcanzable» me resuena mucho en tanto proceso evolutivo. La relaciono con la repetición -que siempre es nueva porque a cada instante es única-, la perseverancia, la constancia, el gota a gota que horada la roca y es el proceso vivo que permite que seamos testigos de dónde y cómo estamos ahora respecto a cuando empezamos a practicar o estudiar y a proyectar hacia dónde vamos como dirección de intención. Algunas de mis alumnas son ya veteranas y ellas mismas han experimentado en sí este proceso paulatino de mejora en lo físico, lo perceptivo, el mental e incluso algunas en el hallazgo de su propósito vital.
Creo que la definición relacionada con la atención plena al momento presente es fundamental para la vivencia y comprensión de la necesidad de purificación de los órganos de los sentidos, los órganos de acción y la propia mente para que sean instrumentos útiles y óptimos. Y la futura comprensión de la naturaleza de la mente. Baso mucha de mi transmisión durante las clases en los Yoga-sūtra, de modo que esta definición me gusta esencialmente. Les hablo de Purusa y Pakrti, de Brahman y Atman… pero al final lo importante es que sientan realmente que son algo más que las identificaciones que han creído ser y en ese sentido la conexión con la atención plena, el descubrimiento del flujo de la vida, la sensación del no esfuerzo sino del esfuerzo justo -desde la distancia justa y ejerciendo el tono justo- y la vivencia de la entrega permiten salir del vértigo del vacío existencial e ir estableciéndose en esa unión dentro-fuera de la que habla el yoga.
Por último, la definición que realmente más me conmueve es la de la «ser uno con el Divino». Yo practico yoga por esa unión. Todo mi estudio, mi práctica, el canto… mi propia vida cuando está impregnada de yoga está consagrada a agradecer, honrar, extasiarme y dejarme mecer y sostener en los brazos de lo Divino. Y en esa aparente dualidad, descubro que en una instancia muy lejana -e inmediata, por otro lado- y muy profunda -y evidente, por otro- somos Uno. Y Eso es Esto. Y Esto es Eso. Y entonces todo se entiende y todo cobra sentido. Y desaparece la dualidad y, por ende, el sufrimiento. Y que cuanto más me entrego, más familiarizada estoy con esa experiencia y más puedo percibir Eso Divino, Ese Un Solo Sabor en todas partes.
Esto es lo que, en última instancia, se destila en mis clases: el sabernos instrumentos de algo mucho mayor y algo mucho más esencial y permanente y eso es lo que me gustaría que mis alumnos entendieran por yoga. Que todo el conjunto de prácticas, libros, estudios, técnicas, herrramientas y recursos… que pueda transmitir nos conduzcan a esa experiencia.